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Pero la población no se para. A pesar de la ausencia de la partera, los demás habitantes siguen con sus vidas. Emilia y Alfonso, en su empeño por sacar adelante su posada, han descuidado a su pequeña María, la cual ha pasado la mayor parte de su infancia en La Casona. Francisca Montenegro, encantada de haber tenido a la niña correteando por los pasillos y jardines, decide ahora hacerse cargo de su educación, lo que la enfrenta con su madre.
Gracias a un adverso giro del destino, la joven María es criada como una señorita en La Casona, pero, a pesar de los cuidados recibidos, no es feliz, un episodio oscuro y pasado ha dejado una bruma en su alma. María, sin conocer la razón, sabe que nunca podrá amar a nadie.
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