Sabemos que venció a Vercingetórix y sedujo a Cleopatra, y que fue un escritor brillante y excelente orador, pero es imposible imaginar la energía, el valor y la habilidad política y militar que necesitó para lograr conquistar por sí solo todo el mundo mediterráneo, desde España hasta Asia, de Egipto hasta las costas africanas, al tiempo que libraba una guerra civil contra Pompeyo, para terminar proclamándose vencedor y único gobernante de Roma.
César fue un hombre solo, aunque estuvo casado varias veces; incluso cuando se hallaba en los brazos de sus jóvenes y bellos secretarios, y también cuando el pueblo romano lo aclamaba. Así, sentado en un trono de oro, dictador y cónsul a perpetuidad, sumo pontífice e imperator, cegado por su propia gloria, no supo ver los puñales que lo acechaban en la sombra.
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