Si veis a un hombre mayor haciendo preguntas indiscretas, que nadie se sorprenda. Su nombre es Philippe, y hace años era maestro de esgrima en Perpiñán. Ahora dedica su tiempo a una búsqueda que se ha vuelto obsesiva: quiere saber qué fue de Teresa Mendieta, una alumna muy hábil con el florete, pero torpe a la hora de gobernar sus sentimientos.
Philippe investiga, y poco a poco va entregando al lector un retrato de Teresa en que los datos reales y la imaginación van de la mano: esa mujer hermosa y distante vivía sola en un caserón cerca de la Costa Brava; por su mente desfilaban los días de infancia al lado de su madre Ángela, un ser hermoso y siempre dispuesto para el amor, y en un armario escondía una vieja caja de dulce de membrillo llena de cartas y recetas escritas a principios del siglo XX por una pariente lejana de nombre Elizabeth.
¿Dónde está ahora Teresa? Es fácil imaginarla cabizbaja, leyendo esas viejas cartas de Elizabeth, recordando a Ángela y sus locuras, pero hay un nudo oscuro que une a estas tres mujeres, y solo lo soltaremos cuando esta espléndida novela de Marian Izaguirre llegue a su punto final.
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