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honestidad logró que el poeta del pueblo no desapareciera en el olvido del largo túnel franquista y que su obra fuera creciendo en valor merced a sus pesquisas y desvelos por proteger, reconstruir, recopilar, ordenar y fijar la poesía del oriolano. Para el prestigio como poeta del que Miguel Hernández goza dichosamente hoy y para el estreno de la difusión internacional fue imprescindible una figura de talla tan hondamente humana como la de Vicente Aleixandre.
La estrecha relación de hermanos, amigos y la de guía literario que supuso la magnífica poesía de Aleixandre para Miguel Hernández permitieron a ambos «estar en el secreto» de sus vidas. Las cartas de Aleixandre a Miguel Hernández y a Josefina Manresa nos proporcionan interesantísimas claves humanas para disfrutar de afectos tan íntimos como poco difundidos. Estamos ante un ejemplo de vida, ante una amistad más allá de la muerte y ante un epistolario que abarca cincuenta años (1935-1984) de nuestra más reciente historia.
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