Lucía rememora aquel verano, en el que disfrutó de la compañía y la amistad de Tsipi, el ruiseñor que vivía en el claro del grosellero, y que le permitió abandonar la infancia sin olvidar quién fue y descubrir que, tanto para el hombre como para el pájaro, la vida es aprendizaje, dolor, amor y muerte.
Lo vivido y lo soñado en la infancia tiene en el recuerdo el camino para recuperarlo, y en la escritura, el medio para transmitirlo.
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