Los papeles de Aspern es como el catalizador de la narrativa jamesiana. En él se debaten la pasión de un editor en busca de los «papeles» de su poeta favorito, la astucia de la mujer centenaria que fue amante del poeta y guarda celosamente esos papeles, y la estúpida ingenuidad de la sobrina, que se convierte en el eje de la lucha sorda y tensa entre el editor y la anciana. Toda la narración está envuelta en misterio, casi en suspense. Un viejo palacio veneciano es el fondo romántico de este cuento que deja al lector desconcertado y en el que se confirma la teoría de James : «Toda historia, para ser buena, debería ser a la vez un retrato y una idea».
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