Es el objetivo de este libro. No hay que poner límites al humor, que está al servicio de la libertad de expresión, porque donde el humor se detiene, el espacio que deja libre lo ocupan con frecuencia la censura o la autocensura.
Ni las religiones y sus integristas, ni las ideologías y sus militantes, ni las gentes de orden y sus prejuicios han de poner obstáculos al derecho a la caricatura, aunque sea excesiva, incluso aunque falte al respeto.
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