Santôka no es sólo el genio del haiku sin metro fijo; es mucho más. Es una muestra de como lo antiguo puede vivir en lo moderno, un espejo en el que a pesar de todo hay que mirarse, un ejemplo de cómo transformar el fracaso en aprendizaje espiritual, y hasta un mártir del amor a la libertad de uno mismo, al propio camino, sin objeto, sin orgullo. Santôka no es un héroe nacional; es un hombre que transforma en poesía mística lo que otros considerarían las circunstancias materiales de una vida miserable.
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