Se ha dicho que mientras Ludwig llevó su filosofía al papel y no su locura, Paul era un loco porque reprimió su filosofía y no la publicó, exhibiendo sólo su locura.
Un libro con fuerte acento «autobiográfico» en el que el autor nos confía una vez más, y cada vez mejor, cosas triviales y profundas, y divertidas hasta saltarse las lágrimas, sobre la vida, el arte, los premios literarios, los cafés vieneses, la vida en el campo, las carreras de automóviles, la enfermedad y la muerte, en uno de esos soliloquios alucinados, repetitivos y despiadados de los que posee el secreto.
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