de la pequeña epopeya personal de su protagonista, tiene innegables visos existencialistas y constituye un hermoso e imperecedero relato antropológico de la tierra que recorre. Está lleno de poesía en su sobriedad y en su deliberada reiteración de situaciones, en el anegarse en un paisaje al que maldicen sus «siervos», los jornaleros, pero cuya belleza no escapa al protagonista, ni escapará al lector atento.
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