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CRIMINAL
ÁNGELES BELLOS, BÁRBAROS TATUADOS.
AAVV
LA FELGUERA
9788412466935
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El tatuaje en España (1888-1993)
En España, desde que en 1888 Rafael Salillas, nuestro «pequeño Lombroso+, mostrase su colección de tatuajes de delincuentes patrios, los tatuados, que fueron fotografiados y estudiados, sembraron el terror y desconcierto: oleadas de apaches con el cuerpo cubierto de dibujos obscenos y llamadas a la venganza, llegaban a ciudades como Madrid, Barcelona o Bilbao, entre otras, al tiempo que defendían la bohemia más hampona. Más tarde, milicianos y falangistas ocultaban -o directamente se arrancaban- aquellas marcas delatoras (hoces y martillos, yugos y flechas en brazos y pechos) que podían costarles la vida y los legionarios -una auténtica subcultura tatuada-llenaban sus cuerpos con cruces, vírgenes y nombres de sus amadas. También quinquis, pandilleros, motoristas y rockers fueron pioneros en mostrar aquellas «cicatrices parlantes+, como llamaron al tatuaje los mandos policiales y militares.
Durante un siglo el tatuaje fue «criminal y marginal, hasta que en 1989, el fotógrafo y tatuado Alberto García-Alix abrió las puertas de la tienda y estudio de tatuajes El Martillo de Lucifer, donde comenzaría su imparable popularización con Mao, legendario tatuador que en los ochenta tatuaba a la marina estadounidense en Rota, como una de sus grandes estrellas. Lo que vino a continuación ya lo sabemos: el tatuaje y aquel sorprendente estilo de la «vieja escuela+ se convirtieron en masivos, elevándose a la categoría de arte y perdiendo el aura de peligro del pasado.
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